Hace algo más de treinta años, nos llamaron la atención a todos los que nos las fuimos encontrando a lo largo del país vecino. Los franceses se han vuelto locos, pensamos más de uno, al ver casi en cada cruce, sobre todo en las periferias de las ciudades, una especie de glorieta pequeña que circundaban los coches y las motos.
Ni siquiera sabíamos entonces cómo llamarlas, y utilizábamos expresiones como “plazas pequeñas”, “plazuelas” o «plazoletas”, para diferenciarlas, por ejemplo, de los cruces con chaflanes, tan corrientes en ciudades como Barcelona.
¿Qué es una rotonda?
Pues se trata de un recurso urbanístico que tiene como fin principal gestionar los cruces de dos o más calles con la mayor fluidez posible.
Sus tamaños varían, como bien puede apreciar a diario el lector, desde las que se extienden como grandes plazas con dos carriles, o incluso tres, recorriendo su circunferencia, hasta las que apenas cuentan con unos metros de radio.
La entrada y la salida de una rotonda
En primer lugar, debemos de tener en cuenta que el asfalto de una rotonda está más castigado y desgastado que el de cualquiera de las calles que confluyen en ella. El apoyo de todos los coches girando, con su fuerza centrífuga, imprime una mayor fuerza y arrastre sobre el pavimento, con una erosión consiguiente, que el motorista siempre debe de supervisar, con sus brillos y otro signos, tal y como vimos en este artículo.
Por otro lado, existe un elemento crucial para el motorista, que protagoniza tanto la entrada como la salida de una rotonda urbana, en una abrumadora mayoría de ellas. El paso de peatones. Con sus franjas blancas de pintura, su escasa adherencia en seco y casi nula en mojado, nos condicionan tanto la entrada como la salida de la rotonda.
La entrada
En este caso, la pintura del paso no condicionará en demasía la ejecución del tránsito por la rotonda, porque, generalmente, giraremos la moto para entrar a la misma una vez que hayamos rebasado la pintura. Solamente en los casos en los que el tráfico nos obligue a girar prematuramente a la derecha, deberemos procurar hacerlo entre las franjas y sobre el asfalto limpio, o, si no hay más remedio, virar de la forma más progresiva posible sobre la pintura, y retrasando el momento de inclinar la moto todo lo que necesitemos, una vez que la hayamos dejado atrás.
La Salida de una rotonda
En este punto es más delicado el tránsito sobre el paso de cebra, porque, si hacemos la trayectoria natural que nos marca la rotonda para abordarla, pasaremos bastante inclinados aún sobre la pintura y con el gas abierto, en plena tracción de la rueda trasera. De ese modo, debemos de tener en cuenta un riesgo de resbalar en seco, que resulta particularmente elevado en mojado.
Para eludirlo en la mayor medida de lo posible, contamos con tres recursos:
Primero
Girar de forma prematura para salir, todavía dentro de la rotonda. Es decir: haremos el contramanillar hacia el interior para levantar la moto, anticipándonos a lo que nos marca la trayectoria natural, antes de abandonar el contorno de la rotonda.
Segundo
Después de dejar atrás la rotonda, y aun a pesar de anticipar el giro, resultará difícil que lleguemos al paso de peatones con la moto completamente vertical –siempre hablando con el suelo seco-. En ese caso, apuntaremos la dirección para pisar los primeros dos o tres metros del paso de cebra sobre una franja de asfalto sin pintura.
Tercero
Resultará muy complicado que en la fase final de levantar la moto no toquemos parte de la pintura. Para esa última circunstancia, podremos aplicar el recurso de colocar la moto vertical, mientras que dejamos nuestro cuerpo abajo, con una inclinación algo superior a la que traíamos acompañando la moto mientras transitaba inclinada.
Este recurso es el mismo que da solución a este artículo con ejercicio práctico incluido.
Cómo hacer el paso por una rotonda
En principio y por supuesto, lo haremos dentro de lo que marca el código de circulación; es decir: ceder el paso a la entrada de la rotonda, respetar la preferencia en los posibles cambios de carril, dentro de ella, así como activar el indicador de dirección tanto en esas maniobras como a la hora de abandonar la rotonda.
El paso por una rotonda, como bien conoce el lector, exige ejecutar tres cambios de dirección. Primero giramos a la derecha, inmediatamente después, cambiamos a la izquierda, para mantener la moto inclinada a ese lado durante un recorrido variable, y finalmente volveremos a girarla a derechas.
Bien. Más allá de lo que marca la ley y el respeto comunitario, vamos a ver el paso por la rotonda desde el particular punto de vista del motorista, y lo vamos a hacer en tres posible casos.
Rotonda con salida en la primera calle
En este caso, vamos a utilizar un cuarto, o menos de la circunferencia completa que dibuja una rotonda. En el supuesto de ver nuestro panorama completamente limpio de tráfico, podremos encontrarnos en dos situaciones: rotonda pequeña y rotonda grande.
Rotonda pequeña
Si nuestra salida es la primera de cuatro o cinco calles, y por tanto está muy cerca de nuestra entrada, apenas si tendremos que ejecutar un solo cambio de dirección, un giro, para negociar el paso por esta rotonda, que nos llevará también a dibujar una única trayectoria, trazando a la derecha, en la medida que nos permita el espacio del que disponemos. De todos modos, resultará un solo trazo, con mínimas variaciones.
Rotonda Segunda calle
Puede tratarse de una rotonda con amplio radio, o en la que vayamos a continuar en la misma dirección, saliendo por la segunda calle, o por la que tenemos justo enfrente; es decir: haciendo 180º de la circunferencia completa. En este caso, sí que realizaremos los tres cambios de dirección obligatorios.
Haremos una pequeña curva a derechas (más o menos 90º) para entrar, y llevarernos su giro no hasta el centro de nuestro carril, sino un poco más a la derecha, hasta donde nos permita el margen de seguridad que encontremos, o que queramos marcarnos.
En ese punto situado a la derecha y dentro de la rotonda, llega el momento de girar la moto a la izquierda, para comenzar un viraje hacia ese lado, en el que buscaremos ligeramente el interior de nuestro carril, siempre, igualmente, dentro de un margen de seguridad.
En cualquier caso, la oscilación de la trazada desde la derecha hasta la izquierda, dentro del carril será mínima, con un máximo de unos dos metros, más o menos, y ejecutada con una progresividad difícil de mantener a lo largo de un viraje tan prolongado. Por tanto, el posicionamiento más lógico nos lleva a decidir que no es necesaria tanta ortodoxia, y que en la práctica resulta más operativo trazar la curva, simplemente, manteniéndonos dentro del carril derecho.
Por otro lado y en general, irnos al carril interior en la entrada para luego abandonar la rotonda cruzando nuevamente todo el paso, representa una complicación extra que cada uno debe de valorar en cada situación, teniendo por medio el intercambio de carriles con los coches; así como la posibilidad del paso sobre las líneas discontinuas de pintura que separan los carriles.
Con coches
Bajo el punto de vista de la sencillez, o mejor dicho: de evitar las complicaciones, quien firma este artículo, piensa igualmente que sale a cuenta trazar la media rotonda por el carril exterior. En el caso de que circule un coche en paralelo con nosotros por el interior, debemos de vigilarle, como es natural, no vaya a tener la intención de abandonar la rotonda en la calle anterior a la nuestra, con el riesgo de arrollarnos.
Tenemos que contar con que, en el 90% de los casos, o más, el conductor del coche va a tomar el camino más corto para trazar la rotonda, entrando en ella hasta el carril interior y tomando la salida directamente desde él, y casi siempre, o siempre, sin señalizar ninguna de sus maniobras. Bien es verdad, que este detalle no sólo lo conoce, sino que lo tiene muy en cuenta el lector, puesto que no necesita circular nada más que un día para comprobarlo, aun así, pienso que no está de más subrayarlo.
¿Qué podemos hacer para adivinar la maniobra del coche que circula por nuestra izquierda dentro de la rotonda?
En primer lugar, si ha sido respetuoso con el código y con los demás conductores, habrá encendido el intermitente. Sin embargo, es muy posible que no alcancemos a ver el delantero, o el trasero, por lo que debemos de buscar con la mirada el lateral, que a veces va instalado en el retrovisor.
En segundo lugar, el paso de la rueda delantera derecha, variará si es que cambia de dirección. Si ponemos nuestra atención sobre esa rueda, dispondremos de un lapso, muy breve pero suficiente para retener nuestra marcha, desde que apreciamos el cambio hasta que el coche, efectivamente, modifica su dirección para cruzarse con nuestra trayectoria.
En tercero y también según la posición, podemos buscar la mirada del conductor, que en caso de dirigirla hacia el interior, no representa en sí una garantía, puesto que podría cambiar la dirección del coche en el último momento. Pero que, si mira hacia el exterior de la rotonda, ya podemos prepararnos, pensando en que va a abandonarla.
En cuarto lugar, si no alcanzamos a ver ninguno de los tres indicadores desde nuestra posición, deberemos variarla reteniendo la marcha, o acelerando ligeramente, para terminar de dejar el coche atrás.
Salida por los tres cuartos de rotonda
En este caso, sí que nos compensa tratar de entrar hasta el carril interior, y mantenernos en él durante el largo tránsito, evitando así el riesgo de que se nos cruce algún coche en algunas de las salidas anteriores, que, en este caso pueden ser dos o hasta tres.
Ni que decir tiene que en este paso, deberemos de vigilar igualmente al coche que transite en paralelo por nuestro exterior, y llegada la situación en la que se nos haya echado encima la salida con él al lado, evitar una maniobra complicada, sencillamente, dando una nueva vuelta al ruedo.
Opinión sobre las rotondas
A todo lo descrito en el artículo, debemos añadir otros elementos condicionantes, y otras circunstancias, tales como el caso de llegar a una rotonda desconocida sin saber qué camino tomar. Nos veremos entonces obligados a ir leyendo los indicadores de cada salida, que se sugieren a veces largos como El Quijote para quien los va encontrando sobre la marcha.
Nuevamente para evitar complicaciones, debemos de ir atentos a las indicaciones o al croquis que encontramos antes de llegar a multitud de rotondas para anticiparnos.
En otro caso, el navegador también se nos presenta como un útil aliado para preparar el paso por la rotonda, conociendo medio minuto antes cuál y dónde está nuestra salida.