El concepto “enamorarse de una moto” no solo toma sentido con esta Fat Boy, sino que adquiere una dimensión suprema en el mundo de las dos ruedas.
Lo cierto es que las formas voluptuosas, la curva descendente que describe sobre el depósito, y que vuelve a ascender tras el asiento del conductor, sugieren la forma de guitarra, femenina como la propia Eva, sin más descripción.
En cualquier caso, una imagen, un impacto visual, que seduce y suscita todo tipo de sugerencias, tanto masculinas como femeninas, por no hablar de las que penetran directamente en el terreno de la ciencia ficción.
La Fat Boy se abre como un lienzo en blanco a la creatividad, para la imaginación más sencilla de cualquier sujeto que siquiera se acerque a ella, no digamos ya si se monta a horcajadas de su sugestiva silueta.
La Fat Boy es algo así como el bajo y la batería, formando el pentagrama con las notas básicas, el patrón de un blues que escribirá cada motorista que se suba a ella.
El Sonido de la Fat Boy
Los motores Harley han ido creciendo y creciendo en los últimos tiempos, hasta cilindradas descomunales, como las 114” que cubica esta belleza. Ha sido el camino elegido por la marca de Milwaukee para ir cumpliendo con la severidad que exige la normativa medioambiental. Euro4, en el caso de la protagonista de este reportaje.
Lo cierto es que cualquier harlysta comentará, sin duda y con pesar, que la Fat Boy se escucha bastante tapada. Sin embargo y poniendo por delante que “es lo que hay”, los discretos petardeos que dejan escapar el cromo de los dos silenciosos podrán sonar a música celestial, particularmente cuando el gran bicilíndrico retiene con contundencia.
Pero dejando al lado los sonidos de la explosión, tal vez la verdadera banda sonora que acompaña la marcha de esta Fat Boy venga de sus propias entrañas. Al enroscar el puño con ganas, emerge de abajo, de la admisión, un bramido grave y profundo que sin duda hará vibrar el interior más emocional del harlysta.
La postura
La posición no ha variado con respecto a la versión original. Resulta una cruiser con los pies sobre las plataformas y un manillar ancho, con los extremos apuntando hacia abajo, teniendo en el asiento con forma de cuña un verdadero paradigma del confort en moto.
Esta postura resulta mucho más natural de lo que pueda parecer al internarse en una carretera revirada, tomando las curvas con una mentalidad custom.
Las sensaciones de la Fat Boy
Pero antes de seguir describiendo las emociones que transmite esta belleza rodante, te sugerimos algunas de las chaquetas que aparecen en este artículo, para disfrutar aun más de su conducción entrando en juego con su esencia.
La patada (161,34 Nm a 3.000 rpm) de los dos cilindros, enormes como pucheros (1.868 cc), se siente instantánea, como si el acelerador estuviera directamente conectado con la rueda, para sentir con el mínimo giro la primera pistonada de empuje.
A continuación, el impulso que se deja sentir es continuo y musculoso, como el de una locomotora diésel; un impulso que puede resultar engañoso en las marchas más largas (94 CV a 5.020), al llevarte envuelto en la esencia de la conducción custom, para que cuando estire el músculo del bicilíndrico, vayas verdaderamente de prisa. Y es que la Fat Boy de 114” corre, corre mucho más de lo que pueda hacernos suponer su imponente estética y su carismático estilo.
Vibraciones
¿Vibra la Fat Boy? Efectivamente, las vibraciones se dejan notar, se perciben, ¡qué duda cabe!; pero lo cierto es que, para conducir con dos pistones gigantes, de carrera larga, explotando bajo el trasero, a cualquier motorista curtido le resultarán más que llevaderas. Para un harlysta de pro, ¡qué demonios!, si al mirarla, ya estará deseando sentir las palpitaciones de ese corazón gigante atravesándole el cuerpo.
Haciendo curvas con la Fat Boy
El volumen de este chico malo (304 kilos) y las ciclópeas medidas que gastan sus neumáticos para redondear esa imagen de moto culturista, hacen pensar en lo más torpe y recio a la hora de girar en la primera rotonda.
Sin embargo, en el mismo momento de arrancar, sientes que el equilibrio de esta Fat Boy conecta contigo de una forma mucho más directa de lo que podrías presuponer. Y al primer gesto, percibes cómo tus movimientos tienen una respuesta inmediata, y también precisa, por parte de esta cerda. Basta con que pisemos la plataforma interior para que esta Terminator inicie el giro al doblar una esquina. El simple gesto de empujar el depósito con la rodilla exterior será suficiente para que se tire a por esa curva cerrada que parecía venírsenos encima. Con esa forma casi castrense de responder, o más bien de obedecer, prácticamente nos sobra presionar el manillar en la punta hacia la que queremos girar.
Por otro lado, la distancia libre al suelo ha crecido en los laterales con respecto a la versión primitiva, y ahora permite inclinar lo suficiente para el mundo custom, sin que la plataforma arrastre por el asfalto a las primeras de cambio.
En cuanto a la sensación de apoyo en las curvas lentas, ¡qué decir!, con un zapato delantero de nada menos que 160 y un balón descomunal detrás de 240. Parece que te has sentado sobre el pilar de un puente.
Y a la hora de negociar las más rápidas, la Fat Boy se siente con el aplomo suficiente para continuar disfrutando de esa conducción placentera a la que invita desde antes de subirte a ella. Una verdadera gozada en cualquier situación y escenario.
Cómo frena la Fat Boy
Este modelo, como la propia marca, resulta personal hasta en detalles como el de su maneta de freno: Fina en su grosor y amplia como ninguna en su perfil frontal.
Al igual que ocurre con la manera de girar, esta Fat Boy 114” frena bastante más y mejor que en su versión primitiva, y desde luego, con una efectividad muy superior a la de otros modelos pretéritos, que dieron mala fama a la marca en este aspecto; modelos que se antojan muy lejanos en el tiempo, aunque no haga demasiado desde que desaparecieron del catálogo Harley.
La cuestión es que, con un disco de 300 mm y una pinza de cuatro pistones, la maneta se siente con cuerpo bajo los dedos y muestra su efectividad al exigirla presionando. La Fat Boy se detiene en pocos metros, si así lo requiere la situación, y se muestra precisa según graduamos la frenada indicándolo con la presión de la mano.
El freno trasero
Con un diámetro llamativo (292 mm) para tratarse del tren trasero, y una pinza de dos pistones, este freno cumple con algo más allá de su función geométrica, cuando pisamos el pedal de camión que monta esta Fat Boy.
Lo cierto es que hace un aporte considerable a la frenada total del conjunto, deteniendo esta escultura rodante, al final, en mucho menos espacio del que podríamos presuponerla. Todo es cuestión de esmerarse en la forma y el momento de apretar la maneta y de pisar el pedal, buscando la mayor efecacia posible, y sin pretender que esta Fat Boy 114” se pare con la contundencia de una deportiva japonesa.
El ABS
Este dispositivo ha evolucionado un mundo en Harley, desde los primeros software que lo controlaban, y que te alargaban la frenada, en ocasiones de y una forma alarmante. Ahora, la centralita controla la presión del freno en fracciones micrométricas, y además de ello, afina el límite hasta el punto de permitir una nano-derrapada del neumático, que jamás comprometerá ni la verticalidad ni la trayectoria de la moto, y que de esa forma garantizará la frenada óptima, incluso un milímetro más allá de la propia adherencia.
La Fat Boy de Noche
Merece la pena señalar este particular aspecto, porque la Fat Boy toma una dimensión muy personal en la oscuridad.
El efecto de las farolas y de las luces que iluminan un túnel en movimiento es absolutamente embaucador, y por ello hay que ponerse en guardia para no distraerse en marcha con ese juego.
Los reflejos y los destellos resplandecen de forma coreográfica, en un carrusel sobre el contorno del reloj que preside el depósito, y desfilando en orden a lo largo del manillar, cruzando sobre el cromo del faro.
La Fat Boy en la noche te envuelve además con el especial encanto de su petardeo susurrante deslizándose sobre la madrugada de la ciudad, creándote la sensación de recorrer el lomo de un gigante dormido, sin perturbar su sueño.
Y es que, al fin y al cabo, el cíbor Terminator se mueve en la noche para escapar con John Connors de la implacable persecución del T-1000. La noche, en definitiva, forma parte de la esencia de esta Fat Boy.
Con pasajero
En este aspecto, la imponente Fat Boy se convierte en una mera moto de bulevar. Si nos va a acompañar, él o ella, tendrá que ser de una manera eventual; de otro modo, amigo lector, estarás poniendo contra las cuerdas tu relación, la que sea, con ese pasajero.
Ni que decir tiene que en las autovías de circunvalación puede hacerse algo más llevadero; pero cierto es que el asiento, reducido y elevado sobre el del conductor, cuenta con un espumado muy discreto, que unido al rudo efecto del amortiguador trasero sobre los cortes del terreno y las bandas sonoras, puede terminar resultando francamente molesto al cabo de un rato.
Mejorable
El clásico sistema de Harley, que asombrosamente bloqueaba el pliegue de la pata de cabra, representaba un valor extra en seguridad, que se apreciaba especialmente en las pendientes de bajada.
Harley ha abandonado este sistema, y ahora el caballete lateral se pliega sin freno, como el de cualquier moto del mercado. Un caballete de longitud recortada, para el que deberemos de mirar con particular cuidado el modo y lugar en el que aparcamos esta Fat Boy.
Precios de la Fat Boy
La versión de 114” que protagoniza nuestra prueba se vende por un precio base de 26.100 €, que sube hasta los 26.350 y los 26.850, dependiendo de su decoración.
Opinión de la Fat Boy
Un modelo que conquista desde la distancia, que llama la atención de propios y profanos del mundo de la moto, y que bien podría tenerse y conservarse simplemente para la mera contemplación. Añadir, en este aspecto, que todavía en vivo y en directo resulta aun más impactante, más irresistible; más incluso, si repasamos con la mano su remate, si acariciamos con los dedos la calidad de sus cromados y palpamos la solidez de sus hierros.
Más allá de ello, esta cerda resulta mucho más llevadera que ese concepto previo con el que alguno la podría etiquetar como “moto de exposición”, un modelo para lucirse y poco o nada más. La Fat Boy no lo es, o es mucho más que ello, ofreciendo una conducción de lo más placentera, con el músculo de su motor, la respuesta de su particular equilibrio dinámico y su frenada, garantizando la seguridad de su forma de transitar, hedonista como la de pocas custom.
Pruebas Relacionadas
Harley Davidson Softail Breackout
Preguntas Frecuentes
¿Es cómoda la conducción de la Fat Boy?
Realmente lo es. Resulta muy natural, al estilo custom, tanto en rectas como en curvas.
¿Cómo se maneja en parado la Fat Boy?
Mucho mejor de lo que parece. Tiene el centro de gravedad muy abajo, pero además la exigua altura del asiento (710 mm) facilitan mucho las cosas. Aparte de que al girar el manillar, no hay sensación de caída en ninguno de sus ángulos.