Son únicamente dos cilindros, apenas medio litro de cubicaje y tan sólo 46 CV con 52.3 Nm de par; sin embargo, contando con estos modestos atributos, el Tmax se convirtió desde el mismo momento de su aparición en “el coco urbano”, en el rey de esa competencia ficticia que se establece de semáforo a semáforo. El dueño y señor de la jungla asfáltica.
Pero su fama ha ido mucho más allá de las calles y de las avenidas, su nombre y su impacto han desbordado la ciudad para superar la mera razón práctica de cualquier scooter, sobrepasando las fronteras del sentido funcional en el que se mueve el resto, y así alcanzar una cota impensable en un vehículo con ese origen: El círculo más deportivo de La Moto. Y así fue cómo el Tmax se convertía en una auténtica leyenda entre todos los scooters. Y es que Yamaha había concentrado toda la fuerza, toda la agilidad y todo el aplomo de 0 a 120 por hora, para crear entre los amantes de la conducción deportiva “El Síndrome Tmax”.
Un servidor ya tuvo la ocasión de hacer el reportaje de la última versión de este síndrome, la 530, viviendo incluso una experiencia única, al llevar como pasajero en el Tmax de prensa al director de la Maratón Popular de Madrid, orquestando el buen funcionamiento de una carrera tan larga, complicada y multitudinaria. Efectivamente, toda una prueba de fuego para la estabilidad del Tmax, con los movimientos enérgicos, los giros violentos e incluso los histriónicos aspavientos que aquel buen señor ejecutaba a mis espaldas, conduciendo a una bajísima velocidad.

Pero en este particular reportaje, no vamos a hacer un profundo análisis del comportamiento ni de las prestaciones del Tmax, ni con cifras ni con descripciones. No. En este reportaje vamos a hablar de otra cosa; vamos a tratar de desvelar el secreto que ha extendido este síndrome, no sólo en todo el mercado, con su precio de locura (10.899€), sino que ha alcanzado la trastienda de la competición, convirtiéndose en el vehículo favorito de muchos pilotos y ex pilotos. Y lo vamos a ver con los testimonios de tres personajes de lo más representativos y experimentados dentro y fuera del mundo de la velocidad y del endurance sobre asfalto. Tres ex pilotos, a cual más super experto en la conducción deportiva, en ir de prisa de verdad, sin restricciones, y permanentemente al límite.

Manolo López Villaseñor
Ganador de la Challange Yamaha R1 en 2.001, piloto del Trofeo RACE, propietario de TCM, servicio oficial Kawasaki en Madrid, coordinador de la Z-Cup, miembro del equipo de Canal Moriwoki y periodista colaborador en las revistas «La Moto» y «Motoclismo» además de ser monitor de la prestigiosa escuela Action Team desde sus inicios hace ya de dos décadas.
Manolo posee en la actualidad dos Tmax: uno de la versión primitiva, además de un flamante 530, que apenas ha pasado la primera revisión.
Moriwoki-¿Cuántos kms haces cada día para ir a los talleres TCM donde trabajas?
Manolo L. Villaseñor -Pues hago unos 80.
M-¿Y por qué te compraste el primer Tmax?
Manolo -Me convenció el encargado de prensa de Yamaha para probarlo, y me gustó. La verdad es que vale lo mismo que una moto que yo usaría a diario, y además tengo el hueco debajo del asiento, si llueve y no paras, no te mojas, pasas mucho menos frío en invierno. Además, es muy cómodo y anda lo suficiente en autovía con dos personas. Pienso que para quien viva a 40 o 50 km del trabajo, es un vehículo ideal.

M –El otro Tmax era el modelo primitivo. Te he visto siempre con él, y ahora ¿te ha empezado a dar problemas y por eso has comprado el nuevo?
Manolo -¡Qué va! Estoy encantado con él. Tiene ahora 91.000 kms y la única avería que ha tenido ha sido el stator del encendido. Me costó 150 euros bobinarlo y listo. Fíjate que hubo una campaña de Yamaha para cambiar la bomba de gasolina y no ha hecho falta tocar la original, tengo todavía guardada la caja en la que me la enviaron.
M -¿Y éste nuevo 530 como va?
Manolo -Muy bien. Lo he comprado aprovechando la oferta de Yamaha para montar el Akrapovic por 300 euros, y lo he cogido sin ABS, porque a mí, particularmente, me gusta más así, siento que el ABS alarga la frenada.

M –Está claro que te resulta práctico, pero tú, que pruebas tantas motos, y que escribes sus reportajes, ¿por qué crees que gusta tanto el Tmax?
Manolo -Un amigo mío dice: “¿Pero qué os pasa a todos los que tenéis un Tmax que vais siempre con tanta prisa?”. Y es verdad. Yo soy el primero.
Va muy bien. Metí el antiguo en Cheste. Sólo di tres vueltas con él para probar. Enseguida estaba tocando con la rodilla y me dio tiempo incluso para pasar a algunas naked que había en pista.

Josep Monge
Ha sido piloto del Mundial de Endurance, en equipos oficiales, hasta que se retiró el pasado año; pero en la actualidad continúa con su profesión de piloto de pruebas Michelin para neumáticos de competición, por lo que durante esta temporada está atareadísimo, tras el compromiso del gigante francés con el Mundial de MotoGP. Pero tal vez lo más sobresaliente de Josep es que se trata de una persona de la que emana una arrebatada pasión por la moto en cada palabra que pronuncia.
Moriwoki.– Has tenido más de un Tmax, ¿verdad?
Josep Monge.– He tenido tres en cinco años, y todos han terminado preparados hasta las cejas, que si el Akropovic, el variador, los latiguillos…
M -¿Pero cómo fue, cómo descubriste este “síndrome Tmax”?
JM –Hay muchos motards que están en contra del Tmax, por ser un scooter, hasta que lo prueban. A mí me pasaba lo mismo hasta que David Salom (ex piloto del WSBK) me prestó el suyo por un fin de semana. Entonces lo descubrí.

M -¿Y cuál fue la razón que te impulsó a comprarte el primero?
JM – Pues, verás: Yo estaba en una época que vivía una sobredosis de moto de carreras, en la que hacía 2.000 km por semana, trabajando en la pista, y quería algo cómodo y sin complicaciones. Compré una naked, pero en cuanto mi mujer se subió a ella, me dijo que era la última vez. Así es que a la semana siguiente, la cambié por un Tmax, le monté un respaldo, y me presenté con él a buscarla para darle una sorpresa. Quedó encantada.

M -¿Y cuál crees que es el embrujo de este scooter, o de esta moto?
JM – Pues, si sales por carreteras cerradas de montaña, no te sigue nadie, y si acaso te sigue algún tío, es que va con una R-1. En carreteras cerradas, claro, porque, en las abiertas, los otros, con sólo abrir gas, te cogen o te pasan. La Tmax es una moto que acabas vendiéndola porque al final vas enchufado a todos lados.

M – También has hecho algún experimento con ella en el circuito, ¿no?
JM –Sí. La he llevado tres veces, pero siempre a circuitos muy revirados. Verás: El caballete roza y limita la tumbada, y es que lleva un tope de goma, que yo lo he dejado rebajado a 1 mm; con eso me arreglo más o menos. La verdad es que nadie sabe a la marcha que puede ir un Tmax. Dominique Sarron corrió en el Moto Tour con uno que le prepararon levantándolo y recortándole la carrocería, que es su límite natural. En circuitos revirados y pequeños, parece invencible.

Ismael Bonilla
Campeón de España de velocidad, ex piloto del Mundial de Motociclismo en la categoría de 250, mentor del joven piloto Manugasss, colaborador de Fórmula Moto y por supuesto, miembro del equipo de nuestro programa de radio Canal Moriwoki. Isma hizo una prueba extrema, muy particular, con su Tmax en el circuito de Albacete.
M –Tú siempre has mostrado tus reticencias a la hora de tener y conducir a diario una moto de calle; sin embargo, acabas de comprarte un Tmax 530.
Ismael Bonilla –Sí, pero ya tuve un Tmax durante medio año en 2.008, totalmente empepinado: Akrapovic, filtro, variador, y era un auténtico misil; de hecho creo que corría más que el que he comprado ahora. Y pienso que es por el variador diferente. La preparación de ese elemento, el variador, es la que más se nota.
M –Bien, en cualquier caso, ¿por qué te has comprado ahora este nuevo Tmax?
IB –Pues porque se me creó la necesidad de hacer unos 70 kms a diario atravesando todo Madrid sin más remedio. Ese trayecto supone en coche una hora y cuarto de ida, y otro tanto de vuelta, todos los días. Primero miré algunos Tmax de segunda mano, pero es una verdadera locura lo que piden por ellos: 8 mil, 9 mil, sin más. El más barato que encontré tenía 13 años y 40.000 km. Lo vendían por 3.000 €.
M –¿Y cómo encuentras éste nuevo 530?
IB –Un poco más deportivo en asiento y en postura que el antiguo.
M –Pero cuando realmente descubriste el Tmax como moto deportiva fue al principio, en un desplazamiento por la Sierra de Madrid.
IB –Sí. Ahí verdaderamente me sorprendió. Lo cierto es que el Tmax no es un scooter, es una moto deportiva. Lo es sobre todo de cintura para arriba, con los brazos replegados y el tronco inclinado; de cintura para abajo no hay más remedio que llevar los pies en la posición de un scooter.
M –Bueno, y la prueba de fuego llegó el día en el que se te ocurrió llevarte el Tmax al circuito de Albacete. ¿En qué grupos entraste a rodar?
IB –En iniciación y en medios. En los primeros, lógicamente, pasaba a todo el mundo con facilidad en las curvas, y en medios, también pasaba a todos, lo que ocurre es que, naturalmente, volvían a pasarme en la recta.

-¿Y qué es lo que más te sorprendió del comportamiento del Tmax en el circuito?
-Se aguanta una barbaridad; y el único cambio de dirección verdadero que hay ahora en Albacete se podía hacer casi, casi a fondo. Si además se desmonta la pata y el caballete central, se puede tumbar una burrada; y las gomas de calle te las fundes en cuatro vueltas, yendo al ritmo que permite la moto. Sobre los frenos, son sencillamente bestiales, y, en el circuito hay que desconectar el ABS.
Si le desmontas la pata y el caballete, le desconectas el ABS y le montas una gomas de pista, tienes un auténtico pepino dentro de los circuitos más revirados que no resulta nada fácil de batir.