Si el lector busca el lado más práctico de la moto, desde luego éste no es su reportaje. Si el lector está pensando en el pragmatismo, en el aspecto más prosaico e impersonal de las dos ruedas, le adelanto que lo más útil, y si quiere, lo más rentable para su tiempo, es que no inicie esta lectura; porque para sumergirse en este documental que hemos preparado, es necesario revestirse del romanticismo más apasionado, y además se necesita afinar un gusto sibarita para apreciar el valor de la exclusividad, el excelso deleite de la distinción. Efectivamente, querido lector: A partir de este punto, le invito a entrar, por la puerta grande, en el mundo de las Bellas Artes sobre dos ruedas.
Cuál es la predecesora de esta Norton
Norton Commando 850 MK3, Electric Start, Réplica John Player; con semejante ristra aristócrata se hacía llamar la moto que compré en un momento trascendental de la juventud de un servidor. Un momento francamente difícil de asimilar para cualquier joven de hoy día, ya que llegó a las pocas semanas de haberme licenciado, de haber concluido el servicio militar. Por esa razón, resulta natural entender que este trabajo guarda una particular perspectiva para quien lo firma, que voy a tratar de aprovechar para fijar de la forma más clara posible sobre qué punto se sitúa, exactamente, la Norton del siglo XXI que protagoniza esta publicación.
Y se me ocurre que tal vez la mejor forma de empezar adentrarnos en el mundo del arte sobre ruedas puede ser mediante una licencia literaria. Sí, con una metáfora que tratará de definir lo que representa en el momento actual esta Commando 961 Sport MK2. Para ello, invito al lector a que imagine en su casa, cubriendo un rincón preferente de ella, la copia numerada, en una serie exclusiva, de una escultura original. Bien, y ahora le invitamos a que lleve su imaginación mucho más allá, a que la traslade hasta una situación insólita en el mundo de las artes plásticas:
¡Imagine que además de contemplarla, pueda subirse a esa escultura y sacarla de casa, para y dar rienda suelta a su pasión más arrebatada!
Sí, ésa podría ser, a grandes rasgos, la sensación que le traspase el cuerpo al sentirse propietario de esta Norton, una aristócrata de nuestro tiempo que proyecta la imagen británica más genuina. Al fin y al cabo, no sería la primera moto de colección que su propietario exhibiera en la estancia más coqueta de su casa.
Pero la Commando 961 Sport MK2 no es sólo una bella imagen: Es mucho más que un artístico envoltorio. Porque esta Norton de nuestros días proyecta sobre cualquier mirada contemplativa la plasticidad de unas formas que revisten un fondo tan profundo como extenso, que se halla enraizado en el propio origen del motociclismo. Las formas clásicas de esta Norton componen la imagen que representa, ni más ni menos, la muestra externa de una esencia rancia y densa, más british que el mismísimo Salve a la Reina. Porque, ¿alguien es capaz de imaginar, después de contemplar anonado el atractivo irresistible que exhiben las líneas y los contrastes de esta criatura, el zumbido de una turbina o el silbido de un molinillo? Vayamos a verlo.
Cómo suena esta Norton
Al pulsar el botón de arranque, el bicilíndrico nos pide girar un punto el acelerador, tal y como ocurría con las antiguas motos de carburación. Hoy, a través de ese prisma práctico y evolutivo que mencionábamos al principio, podría considerarse como una deficiencia de carácter incluso imperdonable. Bien está; pero el verdadero sentido que toma en la Norton no es el de un defecto, sino el de una liturgia, un requisito ceremonioso que sirve, a modo de clave, para todo aquel que entiende y aprecia una moto de antes.
Una vez en marcha, el traqueteo que comienza a sentirse inmediatamente puede provocar el rechazo en algún conductor de moto actual, tan digital como pusilánime, si me lo permite el lector, a la hora de valorar una moto. Pero si ponemos esta tremulación frente a un motorista romántico y pasional, incluso existencial, probablemente lo vea como un primer detalle artesanal en el comportamiento de la Commando, como un trazo artístico frente a la exigencia de un perfeccionismo funcional.
Y efectivamente, “artesanal” es la palabra que quizá dé la clave a más de un lector para continuar entendiendo algo mejor -sólo algo- la particular idiosincrasia de esta concepción plástica de la moto.
Esta Norton Commando 961 Sport MK2 cedida por Motorien -su importador en España-, y todas las demás, son montadas a mano por dos operarios dentro de una nave, que en su día fue un hangar de aviación, junto a una pista tan mítica como la de Doninton Park. ¿Se puede acaso plantear una génesis más romántica, más artesanal y más británica?
Efectivamente, tan sólo con sentirla en marcha, debajo de nosotros, y sin ni siquiera movernos, encontraremos un punto de partida que diferencia a Norton frente a cualquier marca, a la hora de hacer cualquier consideración.
Cómo es la postura
Al colocarte sobre la Commando 961 Spor MK2, te sentirás un tanto extraño, con las posaderas llamativamente atrás y con el manillar plano particularmente adelantado. Hasta ese momento, en parado, puedes pensar que te has sentado sobre una naked deportiva y vanguardista del momento. Sin embargo, al subir los pies, se descompondrá esta figura, colocándolos sobre unas estriberas extrañamente adelantadas… Culo atrás, manos adelante y pies justo en medio, ¿qué postura es ésta?
Bien. Pues, si miramos fotografías antiguas, o antiquísimas, veremos a los quemados de antaño subidos a motos inglesas, en una postura a la que nos trasladará esta Norton Commando del siglo XXI.
Una postura, y sobre todo un espacio monoplaza, que, por cierto, le queda a un servidor como un guante, con 1,91 m de estatura, y que no resulta exactamente lo mismo midiendo, por ejemplo, 1,70 m. En ese caso, las rodillas quedan por debajo del depósito y sobre la parte más estrecha de un chasis, ya esbelto de por sí. Un bastidor construido con tubos de sección redonda que, además de soportar la estructura del conjunto, forman en su interior el depósito para el aceite del motor con cárter seco.
Una postura, en cualquier caso, que tomará mucho mayor sentido y sincronizará totalmente al conducirla con la idiosincrasia de esta británica pura.
En marcha con esta clásica artesanal
El emblema serigrafiado en blanco sobre el manillar, negro, no solo impone por la historia y por el nombre de la marca, sino que también nos recuerda con su trazo barroco que estamos a punto de subirnos sobre una expresión artística de la moto.
Pero vayamos a la acción:
Al tirar de la maneta izquierda… ¡Ay, amigo lector! De repente descubro que se ha esfumado aquel fantasma del embrague en seco que montaba mi Norton del siglo pasado, con un sistema de diafragma, al parecer diseñado por Porsche. Toda una pesadilla que me llevaba al mecánico cada mil kilómetros, o menos, para limpiar las gotas de aceite que acumulaba y le hacían patinar.
Ahora un embrague multidisco y convencional, en baño de aceite y con accionamiento hidráulico, se siente como la seda bajo la mano; lo mismo ocurre con el cambio, tan exacto como agradable al tacto que se percibe con el pie sobre la palanca. Y, efectivamente, al soltar esa maneta, nos dejamos llevar por una marcha tan personal que a la postre nos resultará única.
Tal vez los amantes del mundo custom se identificarán en alguna medida con esta Norton; quizá otros motoristas, inclinados a la conducción deportiva, también encontrarán satisfechas en una parte sus inquietudes, y sin duda los que gusten tanto de contemplar como de conducir motos clásicas, o neoclásicas, verán proyectado sobre esta inglesa un manojo de sus preferencias. Pero ninguna de estas tres facciones motoristas, así como de otras, verán esta Norton encajando al completo en el molde de sus ideales: siempre se les escapará algún, o algunos aspectos, porque, sencillamente, esta Commando 961 Spor MKII es única. No hay otra moto igual.
Por eso, al dar un paseo cogido a su manillar, encontrarás cómo tres selectos conceptos convergen en esta moto exclusiva: La distinción, la aristocracia y el romanticismo.
En frío y en caliente
Al dejarte llevar por el ritmo alternativo y un tanto desigual de sus dos pistones, será muy fácil dejar volar tu imaginación para sentirte el propio Lord Hesketh cruzando la campiña inglesa…, cuando en realidad te encuentres atravesando un prado asturiano o un sembrado de Castilla.
Otro detalle ancestral de esta Commando Mk2 es el comportamiento de su motor y su respuesta con la voz mucho más aclarada cuando está caliente que al iniciar la marcha en frío. Efectivamente, el bicilíndrico de dos válvulas, con cigüeñal calado a 270º y 961 cc, carraspea con los pistones aún templados, para sentir cómo poco a poco suena limpio el timbre grave de su voz, a medida que el bloque coge temple, y termina por redondear cuando alcanza su temperatura regular de trabajo.
En contraste con todo el sentido clásico que rodea y emerge de este modelo, resulta que la etapa actual en la que vive la marca inglesa ha resurgido gracias a una de las fórmulas más vanguardista del mercantilismo presente. Stuart Garner, empresario británico que se hizo con la mayor parte de las acciones de la firma, hace una propuesta original a los futuros clientes de Norton, para adquirir su Commando 961 Sport MKII antes de su fabricación.
Como la compra de un piso sobre plano, en el momento en el que el futuro propietario hace el pago, dos operarios de Norton suben un motor al banco de ensamblaje y comienzan a montar la nueva moto. De esta forma, Stuart ha dado continuidad a la historia de la marca, interrumpida en 1.976 con mi Commando 850 MK3, una etapa de producción que nada tiene que ver con la aventura Wankel de los birrotores en las carreras, sobre la que navegó Norton durante las dos décadas posteriores.
Cómo va en curvas la Commando 961 Sport MK2
Con un chasis que arranca como simple cuna y que prácticamente se desdobla bajo la pipa de dirección, el soporte de las suspensiones Ohlins da a la Norton el aplomo de un pilar, como para poder acostarse sobre cada curva; esta virtud, en conjunción con el par motor (70 Nm a 5.200 rpm), lleno como el de una locomotora, convierte el paso con la Commando por nuestra carretera favorita en ese fluir deleitado, único, que también hace especial a esta romántica inglesa.
Alguien podrá decir que resulta un punto lenta en el giro, tratándose de una casi mil más bien ligera (205 kilos). Es posible, pero valorarlo resultaría en el pasado tan sencillo como invitarle a que probase mi Commando MK3, con llantas de nada menos que 19”, delante y detrás; unas medidas que en aquellos tiempos me volvían loco para encontrar neumáticos en España. Y es que, al fin y al cabo, la nueva 961 no es una recreación actual de aquella Norton que apareció en los setenta, sino una evolución de la misma, como si la marca inglesa la hubiera puesto en el mercado apenas un lustro después.
En cualquier caso, esta Commando del siglo XXI aborda cada viraje con la suficiente rapidez, y desde luego con la precisión necesaria, para mantener ese baile armónico, tan placentero, que puede llevar incluso a equivocarnos, y olvidar que en realidad vamos subidos sobre una creación de las Bellas Artes digna de exponerse en la galería más prestigiosa.
La frenada de la Commando actual
Algo parecido a las suspensiones ocurre en el capítulo de los frenos.
El conjunto Brembo, con pinzas monoblock, resulta soberbio y sobrado para detener la Commando 961 Sport MK2 en cualquier circunstancia.
Pero no queda en eso su función, en la mera tarea de parar la moto; sino que hace su singular contribución a la estética del conjunto, montando un tren delantero de belleza singular, con unos discos tan grandes (320 mm) que solo dejan ver un breve segmento de cada radio; una imagen en la que hasta la rueda del ABS se muestra con una plasticidad inédita e inaudita.
Cómo es su estética
Las imágenes de cada reportaje ya resultan suficientemente explícitas para describir la estética de cualquier moto; pero en el caso de la Norton Commando 961 Sport MK2, merece la pena verla en vivo, porque su impacto gana al proyectar sobre nuestra mirada un sinfín de detalles que escapan a la fotografía. Se trata de unos matices que, si los tomamos por sí solos, uno a uno, dicen muy poco, o nada, pero que al contemplarlos en el conjunto de la moto, lanzan una imagen imponente, algo así como el efecto de un cuadro impresionista. Por eso recomendamos al lector que aprecia el arte más refinado que se deje caer por alguna de las exposiciones que Norton tiene abiertas en nuestro país para contemplarla en directo.
Por otro lado, el color gris y el sinfín de brillos, ya sea en aluminio pulido o en el cromado de la mejor calidad, forman un cromatismo cambiante con la luz, de manera que la Norton parece una moto en una mañana soleada, cambia de tonalidad con el día nublado y de noche muestra un atractivo diferente, que provoca un mágico embrujo en la mirada.
¿Es mejorable el arte de esta Commando Sport?
Se puede decir que la Commando actual necesita un giro muy amplio para dar media vuelta en una calle; se puede decir que debemos de tener cuidado al bajar con ella un bordillo porque el colector lo tocaría con relativa facilidad; se puede decir, también, que si queremos compartir con alguien el placer que transmite en orden de marcha, tendremos que adquirir el apéndice extra que ofrece Norton para ello; se puede decir, incluso, que esta MK2 registra un consumo más bien alto para tratarse de un bicilíndrico… ¡Un consumo demasiado alto! ¿Acaso alguien se plantea cuánta tinta gasta una pluma Mont Blanc, cómo es la ergonomía de un Rolex o cuál es la funcionalidad de una joya diseñada por Cartier?
Por tanto, ¡qué importancia relativa tienen estos detalles en una obra completamente artesanal, en un producto que representa la exclusividad británica sobre dos ruedas! El propio lector será sin duda quien lo valore.
Nuestra opinión sobre la Norton Commando
“Sólo para locos”, así rezaba el cartel que encuentra el protagonista de El Lobo Estepario en medio de la noche neblinosa. Sin embargo, no es una locura, precisamente, comprar esta Norton. No lo es en absoluto; sino que se trata de entrar en el selecto grupo de quienes poseen una moto única: porque, como ya hemos subrayado, no encontrarás en el mercado nada parecido.
Sí es cierto que deja a un lado la razón, tal y como se entiende convencionalmente, para que sea el aspecto más pasional del motorista el que tome el protagonismo, tal y como venimos repitiendo. Sí es verdad que, seguramente, alguno dirá que vibra o que trepida en el régimen alto del motor; sin embargo las vibraciones de esta Commando actual te permiten distinguir los coches a través de los espejos, y transmiten en marcha la sensación de una moto viva, a diferencia de la frialdad eléctrica que nos deja el cuerpo insulso, después de conducir algunos tetracilíndricos de vanguardia. Esta Norton es una moto latente que además transpira y huele cuando has parado, por ejemplo, junto al café Gijón o, por qué no, frente a la marquesina de El Espejo, después de un apacible desfile por el Paseo del Prado, por la calle de Alcalá, frente al Círculo de Bellas Artes, o dejando en los flancos las fachadas modernistas de la Gran Vía.
Vibraciones, sí, ésas eran las que creaban mi Norton comprada de segunda mano al principio del 83, unas vibraciones que desmontaron uno de los silenciosos en marcha, para salir volando en medio de la carretera; temblores que me dejaron sin estribera, con la sorpresa que me llevé en el peaje de la autopista al tratar de volver a colocar los pies en su sitio, después de haberlos llevado acoplados atrás para hacer un cuerpo más aerodinámico con la moto.
Vibraciones, sí, cómo las que dejaron el motor de arranque suelto sobre los cárteres, o hicieron que la antigua Commando se parara de repente, a la entrada de un pueblo llamado Terrer, en Aragón, para que observara estupefacto, al mirar abajo, cómo los dos carburadores se balanceaban colgando de los cables, con las tuercas, las arandelas y las juntas de goma absolutamente desaparecidas. Otra gracia más de aquellas vibraciones que me dejó allí tirado, en medio de la Nacional II, durante tres días…. Pero ésa es otra historia.
Por tanto, la Commando actual no vibra, simplemente se siente viva como los latidos de un corazón, como el pulso de un galgo al trote, o como el pálpito de un caballo ejecutando un elegante ejercicio de doma. Sí, así se percibe el latir que lleva dentro esta Norton 961.
Precio
La Commando Sport se ofrece en cinco colores más, aparte del que aparece en este reportaje, y se vende por un precio de 18. 695 euros.
Norton pone también a la venta, en el mismo precio, el modelo cafe racer, con manillar de dos piezas anclado bajo la tija superior.
Aparte, encontramos en el catálogo la imponente Dominator, una deportiva neoclásica de corte radical, que monta monoamortiguador y dos silenciosos acabados en forma de megáfono. Su precio es de 22.295 euros.
Y en el colofón de esta selecta gama, encontramos la V4RR, una auténtica super bike moderna puesta en la calle, que saldrá en serie limitada y cuyo precio aún está por fijar.
Cómo entender esta Norton
En una de las ocasiones en las que volvía a subirme a la Commando 961 Sport MK2, sufrí un déjà vu. Sí, fue cuando contemplé desde arriba sus cuartos traseros. Por un momento me sentí a punto de encaramarme a mi Norton del 76, con el volumen de sus silenciosos subiendo hacia el piloto trasero y abriendo el ángulo respecto al cuerpo de la moto, para que las chicas con falda de entonces se quemaran irremediablemente la pantorrilla, sobre todo al apearse.
Aun así, lo cierto es que no he evocado tantas veces como pensaba la imagen de aquella Norton de mis desdichas, que protagonizó una parte crucial de mi juventud. Sí, han sido muchas menos de las que había creído necesitar en un principio para comprender mejor a esta Commando 961 Sport MK2 del siglo XXI.
Ciertamente y a la postre, lo que más me ha servido para entender su idiosincrasia ha sido pensar en los lienzos de Rembrant, en los de Caravaggio o incluso en las maravillas de Velázquez; y sentirme mientras la conducía como si lo hiciera sobre la obra cedida por una galería del Sojo neoyorquino.
Pero, además de ello y tal vez lo que ha rematado la ayuda para entender esta moto tan especial, ha sido recrear mi mente en el romanticismo más inglés, como si el propio Lord Byron hubiera trazado la rúbrica que encapota el emblema de Norton.
Sí, ese romanticismo británico que, sin ir más lejos, mantiene casi intacto el Tourist Trophy desde 1.907, esa misma obstinación del Reino Unido que conectaba el positivo de la batería al chasis de mi antigua Norton, el mismo que calibraba el paso de sus roscas y el ancho de sus tuercas con la métrica Whitworth, la que, a la sazón, hizo imprescindible inventar la llave inglesa fuera de las Islas.
Arte, romanticismo, distinción británica, exclusividad aristócrata… Ésas son las claves.
Fotografía artística
Nuestro agradecimiento a dos profesionales de la imagen, que han dado la nota artística con su trabajo a este reportaje:
Cristina Alberquilla
Natu Mairet