Con el agradecimiento de MoriwOki.com a Fabián Barrio y a José Luis Granizo.
“Hay cosas que cambian y hay cosas que permanecen. Desde que terminó mi viaje, hace más de treinta años, parece que el mundo ha cambiado tanto que es irreconocible. Sin embargo, cuando vuelvo a leer estas páginas de nuevo me doy cuenta de que si hoy tuviera que hacer el mismo viaje todo lo que me sucedió entonces podría volver a sucederme ahora.
Pudiera ser que esta vez no me metieran en la cárcel en Brasil, pero sí podrían hacerlo en Irán. Quizás hayan dejado de disparar a la gente por la calle en Chile, pero he oído que en Afganistán hay hombres armados que se mueven con total libertad. Pudiera ser que no atravesara países en plena revolución, como Mozambique o Perú, pero hay otra multitud de zonas inestables en el mapa. A lo mejor ya han asfaltado la carretera de Nullarbor, pero apuesto que las pistas de tierra que atraviesan Sudán están aún peor que entonces. Los mayores problemas que enfrentaban al mundo eran… la pobreza, el terrorismo y la contaminación ambiental.”
Eran palabras que se leían en las primeras páginas del libro que sostenía en una mano: “Los Viajes de Júpiter”, de Ted Simon, con prólogo de Gustavo Cuervo.
MoriwOki había entrado en la biblioteca del club para solteros, después de dar cuenta en el comedor de una cena caliente y pausada. Había arrellanado la espalda contra un mullido sillón de orejeras, delante de la chimenea, mientras mecía sobre el vidrio de una copa de balón el licor de Borgoña que le había servido el camarero, por supuesto, uniformado con su estricto esmoquin. A su izquierda, el humo de un selecto habano se levantaba desde el cenicero para recortar su esbelta silueta contra los libros que reposaban al fondo, sobre los anaqueles, y para regar el ambiente de la estancia con su aroma de ultramar. Si le preguntasen por el paradigma del placer, probablemente, MoriwOki señalaría una situación muy semejante…, siempre, claro está, manteniendo los pantalones puestos; y tras responder, continuaría leyendo, como así mismo hizo.
”¿Cómo te preparas para lo desconocido?»
Yo quería ser tan autosuficiente como fuera posible y creía tener una ligera idea de lo que me encontraría. Durante meses me torturé tratando de imaginar cuáles serían mis necesidades en la jungla, en el desierto o en la cima de una montaña. Con minuciosidad, acumulé miles de pequeños artículos, desde cerillas anti-tormenta hasta un kit para mordedura de serpiente. Muchos de ellos resultaron bastante útiles. Algunos fueron, simplemente, absurdos. Sin embargo, esta masa de equipamiento se fue ordenando a medida que lo fui necesitando…”
MoriwOki dejó escapar un profundo bostezo y, a pesar de ello, mantuvo la lectura sosteniendo los párpados.
“¿Y el paraguas? Preví un reflectante de fotógrafo, pero, finalmente me agencié uno y resultó sorprendentemente útil. Lo sujeté a un lateral de la moto sobre la maleta derecha. En el lado izquierdo llevaba una espada, pero ésa es otra historia…”
La atención de MoriwOki seguía con alguna dificultad las líneas escritas por Ted Simons, hasta llegar a sumergirse en la extraordinaria aventura vivida por el inglés durante los años 70, sobre una moto inglesa, también, de seis décadas atrás. Meses y meses recorriendo el Planeta entero a bordo de un modelo que ha quedado grabado en la Historia de La Moto con un nombre de leyenda: Triumph Tiger.
El relato continuó describiendo la odisea del británico, y la mente de MoriwOki flotó y flotó a lo largo de parajes y rincones de toda naturaleza, hasta llegar a sentirse el propio protagonista, navegando él mismo, esa vez, a través de un páramo con la mala hierba crecida hasta la cintura; una llanura ensombrecida por el gris invernal y extendida más allá de los confines que alcanzaba la vista. Cruzaba el campo por encima de los cardos muertos y de los rabanillos calcinados por el gélido aliento de cada amanecer. Y lo hacía viajando agarrado al manillar de una moto onírica, que en ambos costados del depósito lucía el emblema de una marca que el lector ya habrá adivinado sobradamente.
Varios kilómetros más allá, alcanzó por fin el asfalto; y después de una hora de autopista, MoriwOki vislumbró las primeras casas de su barriada. Finalmente, frente a su bar favorito, detuvo su marcha. Descabalgó de aquella Triumph gigante y entró en La Esfera, donde su amigo Chema, avezado motero y miembro activista de un gran moto club, le recibe con cierta guasa:
-¡Vaya! Ésta sí que es de tu altura (1,91m). Es tu moto: Te queda como un guante.
-Sí, me siento muy bien sobre ella, la verdad. Pero una cosa es la foto, quiero decir: cómo quedes en la foto, y otra bien distinta es cómo te sientes sobre esa moto. Yo me siento muy bien sobre muchas deportivas de las que no me puedes sacar la foto de frente porque, directamente, me la cargo: Parecería una minimoto; y sin embargo me encuentro fenomenal sobre ella, muy acoplado.
-Ya. Y oye: ¿Cuál es el modelo exacto de ésta?
-Es una Triumph Tiger Explorer 1200 XC.
-Tiene muy buena pinta. Desde luego la estampa es imponente. Y, bueno -Chema dudó-… ¿Se puede probar?
MoriwOki hurgó en su bolsillo y al segundo extrajo una llave que puso en la mano de su colega. Media hora después, Chema entraba de nuevo en el bar despojándose de su casco.
-El motor me ha gustado mucho –comentó de inmediato -. Es muy suave, no vibra y se le siente muy poderoso.
-Sí, es una de sus principales virtudes – confirmó MoriwOki.
-Pero esta Triumph… ¿cómo me has dicho que se llama exactamente?
-Triumph Tiger Explorer 1200 XC.
-Pues esta Triumph, Mori, es muy blanda.
-¿A qué te refieres? ¡A que es frágil! -inquirió con extrañeza.
-No, no. La horquilla…, las suspensiones son muy blandas.
-Pero, ¿qué quieres? Es una maxitrail, además en versión XC, con llantas de radios y todo, es la más off road.
-Pues yo he sentido que la horquilla se hunde enseguida al tirar del freno.
-Eso es lo que os pasa a todos los que pensáis sólo en el asfalto, y tú más todavía, que eres un forofo de las naked y super naked. Ten presente que esta moto está pensada para viajar muchos kilómetros con comodidad por carretera, por autovía, pero para poder ir, también, sin problemas por pistas y caminos de tierra.
-Entiendo. Entonces la habrás probado ya en el campo, ¿o no?.
-¡Hombre claro que la he probado en la tierra! Pero aún tengo que probarla más.
-Bueno, ¿Y cómo se comporta hasta ahora en lo marrón?
-Pues la verdad es que sorprende.
-¡Ah! ¿Sí? –MoriwOki asiente-. Me muero por saber cómo piensas escribirlo, con esa retórica tuya de siempre –Chema abre una risa mal simulada.
-Pues…, sí; algo como esto:
“La sensación campo a través, subido en semejante camello y con la seguridad que transmiten unas suspensiones que parecen capaces de tragárselo todo, es la de que la Triumph Tiger Explorer 1200 XC puede pasar sin inmutarse por encima de cualquier grieta o de cualquier obstáculo del camino que resalte lo que la alimaña que ronda el bosque, una moto capaz de comerse cualquier piedra o cualquier talud del rastrojo que abulte lo que la liebre que hace su cama en él.»
-¡Tú y tus metáforas! Una alimaña puede ser un lobo -y rompió a reír con una carcajada mientras movía la cabeza, como el que habla de quien no tiene remedio.
-Está bien. Lo repasaré.
Chema remató la cerveza que reposaba sobre la barra, y tras limpiarse la espuma de los labios, dejó caer otro comentario apuntando con la mirada a la Triumph.
-Oye: pero la rueda trasera es muy estrecha, ¿no?
-Sí, es una 150, pero es lo más razonable para ir por el campo. ¡No vas a llevar el balón de una chopper…!
-No, claro que no.
-¿No lo ves? Se trata de una moto exploradora. Una moto universal. Fíjate bien: Sólo al contemplarla, su figura evoca la de una moto expedicionaria, con el añadido de todos esos abalorios: las defensas, los antinieblas, las maletas blindadas, y el aderezo de esa pintura castrense –Chema contenía la risa-. Sí, ríete, pero la sola contemplación de esta Triumph, despierta el deseo inmediato de proyectar una travesía que no necesariamente debe de tener como destino los confines de El Planeta.
-Ya. Eso es verdad, a pesar de tu verborrea –vuelve a reírse-. Dan ganas de preparar un buen viaje con ella.
-Si te das cuenta, si te fijas bien, la verás preparada para cualquier cosa.
-Bueno. Pues a ver si es verdad, y resulta tan bien preparada al final de tu prueba.
-Veremos.
Se abrió una pausa en la conversación con el tiempo justo para pedir un par de jarras y verlas al minuto rebosando su blancura para mimetizarse sobre el mármol de la barra.
-Bueno, entonces dices que la moto es una trail y que por eso debe de ser así de blanda.
-No, no es eso. Si te hubieras fijado más en el tacto al conducirla, hubieras sentido que esta Explorer es blanda, como tú dices, pero sólo en los primeros milímetros del recorrido, porque en los siguientes, se muestra mucho más firme, siendo capaz de absorber una buena frenada.
-¡Ah! Es que no he tenido que frenar fuerte.
-Claro: Para eso están las pruebas.
-Vale. ¿Y has pasado ya con ella por esa curva de ahí atrás?… No sé cómo la llamas.
-¿Ballagaro, la del TT? –Chema asiente- Pues mira: ahí es donde se ve que las suspensiones se aguantan bien. En esa curva, tienes que cortar algo más arriba para que la moto baje y la horquilla se comprima un poco, hasta ese recorrido más sólido, y a partir de ahí, esta Explorer hace un paso con muy buen apoyo, más que de sobra para tratarse de una moto tan alta.
Chema movió la cabeza afirmativamente, apretó los labios y dejó escapar a continuación la que sería su última pregunta:
-Oye, y otra cosa: -señaló apuntando con las cejas- Ese doble faro, con esos antinieblas… La luz tiene que ser la hostia.
-Eso parece. Mañana te lo diré.
Esa misma tarde de invierno, un par de horas después de que el sol se escondiera, MoriwOki esperaba a que la compuerta del garaje le diera paso a una noche cerrada, sembrada tan sólo por las austeras farolas de un parque comunitario. Pero al doblar la esquina del edificio, encontró completamente a oscuras la calle de atrás. No le hizo falta alcanzar las tinieblas de la montaña para tener una verdadera impresión de cuál es la capacidad de viajar, las posibilidades expedicionarias en plena noche, de la Triumph Tiger Explorer 1200 XC. Cien kilómetros después, encendió los faros auxiliares en medio de una carretera serrana y bajo una bóveda estrellada que brindaba su espectáculo a medio planeta ignorante de su grandiosidad. Con un leve gesto sobre el pulsador, se desplegó un mundo de luz por los laterales, y la Tiger más poderosa surcaba la noche como una gran máquina taladradora, abriendo un túnel de autopista en el seno de la oscuridad más absoluta. Ya de vuelta a casa, cruzó la ciudad a través de un paso subterráneo y eterno, más de once kilómetros bajo las calles y los edificios, sometidos a la severidad de un límite custodiado por el implacable objetivo de los radares. Un momento ideal para poner en funcionamiento el control de crucero, y viajar a la altura del metro, sin manos y sin la amenaza de cualquier fotografía que pudiera destrozarle la nómina del próximo mes.
El día siguiente amaneció con una hostilidad poco común, presidido por un viento que soplaba con la rabia de una criatura diabólica y por una lluvia que sin duda fustigaría sin piedad el cuerpo del motorista. MoriwOki tan sólo había consultado las previsiones del tiempo para decidir si tomaba el mono de agua o si lo dejaba doblado dentro del armario. Ésa era la confianza que le ofrecía las vastas posibilidades de esta Explorer 1200 XC en cualquier condición del viaje. Así pues, una jornada ideal para probarla a lo largo de una ruta por carreteras serpenteantes, con continuos cambios de asfalto y de nivel.
El Viento
Efectivamente, una jornada con un viento hostil que sacudiría a cada incauto motorista que se hubiera aventurado en la carretera. Sin embargo, MoriwOki sujetaba con facilidad el azote que castigaba el flanco de la Explorer XC con cada soplido traicionero. Todo bajo control, la moto amarrada y navegando por la línea exacta que marcaba la voluntad de MoriwOki, aplicando la mínima tensión. Durante kilómetros, aquel viento feroz fue sometido y doblegado con la firmeza de una fortaleza, hasta que llegó el cruce sobre las aguas del pantano.
El viento desapareció repentinamente unos metros antes de que el abrigo del terreno se sumergiera bajo el plano, un abrigo que había levantado el relieve de forma continuada junto a la ruta, y tras el que el viento parecía haberse emboscado durante un prolongado kilómetro. Así MoriwOki entró con la Explorer XC en un espacio desguarnecido, expuesto a una amplitud que se extendía y extendía, al tiempo que la ruta quedaba acotada a ambos lados por las barandillas que se afianzaban sobre el muro de la presa.
Y allí, de repente, se vio sorprendido por el viento peor intencionado. Caprichoso y abyecto, Eolo se mostró en su forma más diabólica, tanto que MoriwOki lo creyó realmente gobernado por la mano más siniestra, encendiendo todas sus alertas y , por un momento, poniéndole contra las cuerdas: Un instante en el que vio el manillar de la Explorer empujado contra los barrotes, lo mismo que un navío llevado hacia las rocas por la tempestad. Así, durante un segundo eterno, prolongado hasta hacer tangible la teoría de La Relatividad, se sintió como un marino del siglo XIX gobernando el timón de su bergantín en la travesía por el Cabo de Hornos. Puso entonces toda su concentración sobre el manillar de la Triumph, sobre su cintura y con sus pies presionando encima de los estribos para enfrentarse a aquel vendaval que parecía salido del mismísimo infierno. La Explorer XC respondió a cada movimiento, a cada impulso reflejo y a cada exigencia con una precisión insospechada en una moto tan tosca, en apariencia, y sobre todo en ese momento extremo. De esa manera tan determinante, MoriwOki logró al final mantener la gran Triumph sobre la trayectoria que encerraba su carril de la carretera, y pensó que había conjurado todo el peligro gracias a la respuesta de una máquina pensada para enfrentarse a las eventualidades y a los peligros que pueden asaltar al gran viajero, al explorador, en una vuelta al Planeta, incluyendo, por supuesto el viento infernal de El Cabo de Hornos.
La Lluvia
Aquel día movido, truculento donde los haya, dio de sí como para hacer, también, una excelente prueba de la Explorer XC sobre el asfalto mojado y sometido, además, a los caprichos de aquel diabólico viento. Y así, MoriwOki remató aquella ruta aventurada con una definitiva conclusión: Una cosa es la eficacia que pone de relieve una maxitrail sobre el asfalto mojado, con la confianza que transmite conduciendo aplicando un estilo, digamos rutero, y otra que va más allá es la seguridad absoluta, el asentamiento sobre el firme, que transmite conduciendo con una mínima técnica off road. La forma en la que se afianza esta Triumph Explorer en cada curva mojada, al tirarla dejando el cuerpo recto, y la certeza con la que se aferra al asfalto empapado, transmitiendo una sensación de control absolutamente general, al abrir gas, alejan la molestia, espantan la tensión y diluyen la crispación que se puede vivir en algunos momentos, para convertir la conducción bajo la lluvia en una satisfacción, hasta en una diversión, e incluso, en un placer, sí un placer, por exagerado que le resulte al lector. Sí, en el placer que reporta la sensación de domino absoluto sobre la moto en unas condiciones tan adversas. Una satisfacción que le acompañó aquella noche hasta su descanso.
Para rematar la seguridad sobre el asfalto mojado, la electrónica inglesa añade para los más noveles, o los más despreocupados, un ABS muy permisivo y sobre todo un control de tracción con dos niveles.
A la mañana siguiente, MoriwOki se puso en contacto con el conocido aventurero Fabián Barrio, cronista excepcional de sus particulares andanzas por todo El Planeta, algunas de ellas, las últimas, de naturaleza absolutamente solidaria. Fabián llevó a cabo su Proyecto Suraj a bordo de una Triumph Explorer, aunque en su versión de llantas de aluminio; sin embargo se confesó como un auténtico lego, en lo que a la faceta de probador de motos se refiere, y que su viaje a Nepal transitó, casi en su totalidad, sobre el asfalto, más o menos regular, de Europa, Asia menor y el lejano Oriente. A pesar de todo, MoriwOki insistió en que le pasara siquiera unas breves notas acerca de sus impresiones sobre esta moto. Y Fabián accedió condescendiente a enviarle sus respuestas sobre un brevísimo cuestionario que MoriwOki habría elaborado para el reportaje.
“MoriwOki.- Al ver la moto por primera vez, y al tenerla a tu lado los días sucesivos de presentaciones antes de arrancar, ¿te transmitía confianza su aspecto, te animaba incluso a la aventura?
Fabián.- La moto es muy intimidante. Tiene ese frontal puntiagudo que asemeja una nave espacial, un tamaño descomunal y un aspecto que decididamente invita a hacer muchos kilómetros. Parece invencible. La apariencia que transmite es de una moto sólida, quizá un poco pesada o aparatosa. Sin embargo reconozco que al cabo de 200 metros me había hecho por completo a la máquina, y muy pocos kilómetros después, se había convertido en una extensión de mi cuerpo. Es una moto enormemente noble, de comportamiento casi sutil, algo que contrasta con su aspecto rudo. Y muy obediente.
MoriwOki.- Según me comentaste, en tu proyecto Suraj, apenas tuviste oportunidad de rodar con la Explorer fuera de carretera; aun así, ¿tus sensaciones pisando la tierra con tantos kilos, fueron de confianza o te sentiste en vilo o flotando en muchas, en demasiadas, ocasiones?
Fabián.- La moto está equipada con todos los sistemas de seguridad que puedas imaginar y tiene una potencia abrumadora. Además, es enormemente noble y está equilibradad con mimo exquisito. Así que la sensación por trochas o caminos inestables es de gran estabilidad y seguridad. Recuerdo pasar un río en Nepal -donde se había caído un puente- y aquello fue tan simple como recorrer mi calle en Madrid, a pesar de que me había acojonado con tanta piedra y tanta agua. Hubo otros caminos con baches y arena -en la zona del Baluchistán y Punjab pakistaní- y mi sensación fue la misma: la moto puede con todo como si no le importara lo más mínimo las condiciones del terreno. Eso sí, es fundamental -por lo menos para mí- desactivar el control de tracción: igual que en trayectos largos por asfalto facilita muchísimo la conducción y la hace más suave y más eficiente, cuando pisas arena puede ponerte en algún aprieto.
MoriwOki.- En cuanto a la fiabilidad y al mantenimiento, ¿qué se le hizo a la moto durante y al final de tu aventura?
Fabián.- Sobre el final, no sabría decirte porque la entregué a Triumph España y ellos se encargaron de su puesta a punto. La moto llegó de Madrid hasta la India sin tocarle ni un pelo. Bueno, sí, tuve que apretarle los retrovisores en algún lugar indeterminado de Irán. En Delhi la dejé en el concesionario Triumph y le cambiaron el aceite. Eso fue todo. Desde allí descendí por toda la costa del Mar Arábigo, volví a remontar hasta Nepal, y conduje por media Europa. No se encendió ni un piloto, no presentó ni una fuga… nada. Ni siquiera tuve que cambiar los neumáticos -a pesar de que hubo un pinchazo sin importancia al llegar a Kathmandu, que se arregló sin problemas-. Tengo que decir que era mi primera experiencia con cardan, y es algo que espero poder repetir siempre, es un alivio no tener que prestar atención a la cadena y simplemente disfrutar.
Espero que te sirva, un abrazo.
La Prueba
Y, precisamente al día siguiente de recibir las respuestas de Fabián, llegaría el momento de la verdad para MoriwOki y la Triumph Tiger Explorer XC 1200, de la mano de su amigo José Luis Granizo, colaborador habitual en algunos trabajos sobre modelos de trail o enduro, y hombre de campo en moto donde los haya. En tierras de la Alcarria, se podría llevar a cabo un breve test en el que quedarían puestas de relieve las verdadera posibilidades de exploración que guarda esta gran Triumph.
Nuestro protagonista detuvo el coche en una barriada de la capital alcarreña y al momento siguiente se hallaba bajando la Maxi trail por la rampa del remolque. Y antes de volver a plegar el carril, escuchó vibrar tras de sí una voz de timbre limpio y sonoro.
-¿Quieres cambiarte en casa?
Media hora más tarde, MoriwOki tomaba la autovía, perfectamente equipado, sobre una moto auxiliar del mismo tipo, a rebufo de la Explorer conducida por José Luis. La llovizna barnizaba el asfalto con una pátina brillante y jabonosa, que no inquietaba en lo más mínimo tras el manillar de una maxitrail como la Explorer, y más aun con lo que les aguardaba a continuación, apenas cuarenta minutos después de abandonar la autovía y de transitar por carreteras de último orden, sin pintura, sin señales y casi sin destino; atravesando una niebla que convertía la ruta, durante los momentos más densos, en una experiencia que rayaba en la irrealidad. Cuatro leguas sobre aquel carril de asfalto, y en medio de aquella espesura, surge una figura espectral al borde mismo de la calzada. Un aborigen de edad incalculable, contemplaba impertérrito el paso de las dos motos, a través de sus ojos hundidos en las grietas de un rostro vapuleado por la hostilidad de cien inviernos y bajo una boina inevitable que le traía, en la imaginación de MoriwOki, desde un cuento balcánico hasta la piel de toro que continuaba pisando, a pesar del efecto ilusorio que salía de aquella niebla casi fantasmagórica.
Finalmente, una aldea de cuatro casas y tres perrillos, con el humo de una chimenea suspendido en el vacío, congelando su imagen como un fotograma extraído de un corto de autor excesivamente velatorio, destilaba su acogedora fragancia sobre una atmósfera, gélida como el vaho de un congelador y húmeda como la rivera de un fiordo. Y en la boca de una pista embarrada, José Luis detuvo la Tiger Explorer XC para levantar la pantalla y transmitirle unas palabras que resonaron en el interior de MoriwOki como las del narrador de un cuento fantástico:
-Éste es el pueblo de mi madre. Estamos en El Alto Tajo.
Para MoriwOki, hubiera sido válido, también, escucharle decir que estaban en plena Transilvania. Desorientado y perdido, la niebla parecía habérselo llevado a través de una ruta fantasmal, que abandonaba por momentos la realidad para internarse de lleno en los parajes más intrincados de la ficción, o de cualquier fantasía.
José Luis manipuló botones y pulsadores para eliminar toda intervención electrónica, y unos segundos después bajó a media altura la pantalla de su casco para lanzar la Explorer a lo largo de la bajada que daba inicio a una pista de firme bien pisado, que, inevitablemente, aquella tarde ofrecía una capa incierta de barro y piedras sobre la que deberían mantener el equilibrio, confiando en el precario agarre que pudieran mantener, en unas condiciones tan complicadas, los neumáticos mixtos que monta de origen cualquier trail.
Viendo a José Luis, con su 1,85 m, completamente erguido para dominar la Explorer XC sobre el barro, MoriwOki recordó de días atrás la naturalidad que ofrece esta moto para conducir puesto en pie sobre los estribos, una posición que recortaba la silueta de su amigo mientras sujetaba con una pasmosa naturalidad los devaneos de la Explorer XC sobre aquella ruta encharcada. Un rato después de rodar sobre las piedras, los charcos y el barro de aquella pista, tomaron un nuevo tramo de asfalto sin señalizar. Allí José Luis aumentó considerablemente el ritmo, yendo un poco más allá en cada curva, hasta que decide abandonarla atravesando un bajada a través de lo que se adivina sobre el terreno como un carril. Crasso error. Apenas unos metros campo a través, MoriwOki sintió su moto navegando sobre un denso plasma, tan resbaladizo como pegajoso, viendo cómo la Triumph, delante de sí, hinca su peso, más el considerable de José Luis, en el seno de una arcilla que no necesitaría del horno para perpetuar cualquier figura de alfarería modelada sobre ella. Al momento, la rueda delantera de la Explorer XC se anegó de barro quedando completamente bloqueada. No podía ser de otro modo, montando una aleta a ras del neumático, ideal para la aerodinámica que exige la autopista, desde luego, pero escasa en situaciones de barro extremo, para albergar semejante pasta bajo su palio.
Pata de cabra desplegada y dos pasos mal dados, con tres kilos extra bajo cada bota, para ayudar al compañero atrapado en el páramo. Los intentos de José Luis, empecinado en sacarla de aquel atolladero a base de una tracción forzada, habían resultado inútiles. Finalmente, nos dimos cuenta de que el bloqueo de aquel barro había resultado más firme que el de un cepo antirrobo. En una situación así, la eficacia de un buen palo, recto y tenaz, se presentaba como el único remedio, mantenido con una buena dosis de paciencia, para liberar aquel neumático, escarbando el bloque de una arcilla que no necesitaría del horno para hacer alfarería.
Un cuarto de hora después, la Triumph Explorer XC rodaba de nuevo sobre aquel camino, esta vez lanzando una estrepitosa andanada de proyectiles que resonaban contra sí misma, o que los esparcía por doquier, sembrando de piedras y compactos pegotes los márgenes del camino. Así a lo largo de media docena de idas y venidas, incluso algunas más, que se prolongarían con una sesión de fotos en acción, hasta acordar tácitamente, con una sola mirada, un alto para recuperar fuerzas y, con más que otra razón, para asentar ideas. Y en aquel momento, en ese respiro vital, de una de las maletas blindadas de la Explorer XC, emerge un pequeño milagro. Aparece un termo que atesora en su seno una pócima divina. Sí, se trata de un caldo reconfortante que, en semejante paraje perdido, surge como un rescate a la realidad. Así resulta, así lo siente, y, entre sorbo y sorbo, MoriwOki deja caer algunas palabras acerca de la Explorer XC, con las que arranca un intercambio de impresiones, que lleva a José Luis Granizo a exponer unas conclusiones que, prácticamente, resultan ser definitivas.
-El Motor da 137 CV. Pero lo he tenido que leer en la ficha, porque, la verdad, no he sabido calcularlo. Me resulta complicado después de haber probado tantas y tantas motos.
-Sí, ¿verdad? –apuntaba José Luis mientras escuchaba.
-El caso es que se siente tan lleno… Por un lado transmite una sensación al tacto del puño que es puro poder; pero por otro y gracias a esa entrega tan plana, el empuje resulta muy dulce,.
-Sí que es dulce, sí.
La verdad es que a mi me ha resultado muy dosificable, también fuera del asfalto. Ya tengo escrito algo para resaltar esa cualidad.
Y MoriwOki repasó en la memoria las palabras que días atrás había transcrito desde su libreta al ordenador: “La conducción de la Triumph Tiger Explorer XC 1200 se puede convertir, si se desea, en un verdadero placer paseando. Quiero decir que, dejándote llevar por un camino. O una trocha, a paso de excursionista, el espectáculo que te brinde la Triumph Tiger Explorer XC 1200 puede resultar una verdadera delicia contemplativa. Sentir la brisa entre los almendros, los aromas de la estación, dejarte envolver por el verdor de los pinos o sentir la amplitud de un campo castellano, o mongol, con el suave ronroneo del tricilíndrico de fondo, puede representar un auténtico deleite para sibaritas, haciendo un paréntesis en plena aventura de una gran travesía.”
José Luis le sacó de su abstracción con una pregunta:
-Oye: ¿le has mirado el consumo?
-Sí, he tomado varias lecturas – y rebuscó en el interior de su chaqueta hasta que extrajo una nota- Mira: aquí tengo apuntado 227.3 kms con 14.43 litros, lo que da 6,34 L/100. Eso en conducción por ciudad aligerando bien las marchas, también algo de autovía y mucha carretera de montaña, acelerando sin reservas. Por lo que viajando en autopista a velocidad de crucero, puede rondar los 5 litros.
-¿Cuánto le cabe al depósito?
-20 litros –dos sorbos cortos al caldo, después de dos largos soplidos, y MoriwOki continuó- Otra cosa que te encuentras conduciendo por curvas es que la impresión inclinar con una moto tan alta como ésta es mayor, aunque el ángulo de inclinación sea menor, por ejemplo, que el de una deportiva, porque el arco que recorre la cabeza, y el cuerpo entero con la trail es más largo.
-Bueno, sobre eso, hablas en seco, claro.
-Sí, por supuesto, del otro día, cuando pude probarla por fin en seco.
-Pues yo, al principio, la he sentido un poco pesada en curvas. Es un motor muy alto, que va muy delante, lo que hace que tengas que esforzarte un poquito en el contramanillar; pero al hacer kilómetros, te vas adaptando a ella con facilidad. Y eso que el día no está para bromas. He ido al principio con un poco de precaución y de respeto.
-Pero yo he visto en ti un antes y un después de pasar por aquel tramo con el piso tan brillante.
-Sí. Luego ha sido más fácil, al volver a un asfalto algo mejor, y con el manillar que tiene, que es bastante grande, me he encontrado muy cómodo. De hecho me he divertido con la moto, que es un detalle bastante importante; y más en un día como éste.
-Sí, porque hablas de llover, pero había partes en las que la carretera era puro jabón.
-Sí, siempre echo el pie al suelo para ver cómo desliza, y me he dado cuenta de que era como un vidrio.
-Que te adelantaba el pie, vamos.
-Sí, pero si en un día como este, sin conocer la moto, si vas contento con ella, disfrutando, sacas ya una buena conclusión –José Luis da otro sorbo de caldo-. Y yo, lo que no entiendo, es cómo no se vende más esta moto, cómo no se ve más por las calles.
-Pero, ¿este modelo o…?
-Sí, este modelo. Ya sabemos que en el mundo de las maxitrail, todo está focalizado a una marca, pero, aun así, no entiendes por qué esta Explorer no se vende más.
-Oye: Sobre unos neumáticos mixtos como estos, yo siempre he pensado, y ahora también, que son cubiertas de carretera con la carcasa más dura y poco más.
-Bueno. Este neumático es el Metzeler Tourance EXP, es un trail enfocado al 90% para la carretera; aunque sí te permite ciertas licencias a la hora de montar en campo porque fíjate que su dibujo marca unos surcos muy profundos; eso te da, lógicamente, un poco más de apoyo y de tracción. El caso es que se puede defender, y, para como está el día, no está mal.
-Así es que en carretera y en mojado, bastante bien, ¿no?
-Sí, desde luego, y en campo, se pueden defender.
-¿Y con otros neumáticos?
-La verdad es que con esta moto, montando unos neumáticos de tacos, como los que hay para maxitrail, no me importaría hacer un día entero de campo –subrayó sus palabras con una amplia sonrisa.
-¿Qué más te parece?
-Cómoda. Una moto con la que te puedes hacer tiradas de 500 kilómetros fácilmente, sin esforzarte.
-Bueno, y estamos hablando como está ahora: Sola, sin maletas, sin carga, desnuda. Hay que pensar en ella cargada hasta los topes, que es para lo que la han concebido.
-Sí, porque la verdad es que, cuando vas subido en esta moto, te piensas que estás recorriendo Europa, o que estás en Marruecos, cruzando parte del Atlas, o que vas en dirección a Mongolia. Una moto así te transporta. Desde luego, conozco amigos que vienen de motos naked, conozco gente que no era viajera y que han caído en una maxi trail y que se han sentido como si se les abriera el horizonte.
José Luis da un sorbo de caldo y MoriwOki vuelca otra pregunta.
-Oye, y el cardan, ¿qué te ha parecido?
-No he notado que llevaba cardan –responde concluyente.
-Sí, ¿verdad?
-He probado otros cardan, y tú ves éste así: muy grueso, pero realmente no me he dado cuenta de ninguna reacción, porque he acelerado fuerte y no notas ningún meneo; incluso, al reducir fuerte, no se siente esa especie de culebreo que hacen con otros cardan…
– Te preguntas: ¿Existe el cardan o no?
-Sí. Yo no me he enterado de que lleva cardan. La verdad es que me gusta mucho.
-¿Y los frenos?
-Bien. En la medida de Triumph, con muy buen tacto. Pero tampoco se puede probar bien. Ahora, el trasero sí que resulta bastante dosificable, y en un suelo así, te permite acariciarlo yendo en barro, para que la moto vaya plana
-Vamos, que puedes dar ya por conclusión que te ha gustado…
-Que me ha gustado y que me haría la Transpirenaica con ella, como lo he hecho con la mía. Eso sí, el embrague duro.
-Sí, es verdad. A mí también me ha resultado algo duro.
-Y eso, a pesar de ser hidráulico.
-Sí, quizá sea la única pega destacable, aparte del detalle de que la palanca de cambio no es abatible. Fíjate.
-Sí, pero lleva delante la defensa, y es difícil que le alcance algo en una caída.
-Sí. Es posible.
-El asiento también me ha parecido un poco duro.
-¡Ah! Pues a mí no. Cuestión de percepciones. Es regulable en dos alturas -835 y 855 mm- Y puede ser calefactable en las dos plazas, lo mismo que los puños.
-Sí –dejó lacónico el monosílabo-. Las suspensiones ya me he fijado en que son ajustables. Tal y como están ahora, me parecen un poco secas;
-Bueno. Todo es cuestión de ponerse a tocarlas para afinarlas.
-Sí, pero ahora no hace falta –una pausa para apurar el caldo-. Lo que me ha gustado también es la protección aerodinámica en la autovía. Al ir con este casco de tipo trail, con su visera, aunque la pantalla de la Explorer no es muy grande, para el 1,85 que mido, he estado probando con la mano para ver dónde llegaba el corte del aire y me pasaba por encima, no me ha cansado el cuello. Así es que, como digo, para hacer kilómetros por autovía, muy cómoda. Y mi conclusión es: repito, que no sé por qué no se vende más esta moto.
-Oye: Y del motor te he hablado yo, pero tú no me has dicho nada.
-¡Ah, sí! No es un motor que me asuste y tampoco me disgusta. Se dosifica muy bien en el campo porque se siente muy lleno abajo, pero regulando muy bien en las marchas cortas. Además, el cambio va muy bien, es muy preciso.
-Pero es que esta moto… A ver: Hoy estamos jugando con ella a hacer trail y, sin querer, tendemos a evaluarla como una moto de campo; pero esta Triumph no es para hacer el Dakar. Esta moto es para hacer esto con el baúl y las maletas puestas, cargada con la tienda, el saco, el hornillo, viajando por…, por, yo qué sé, por Etiopía. ¡Ah! E incluso con pasajero.
-Claro –musitaba José Luis pensativo-. ¿Y la has probado con dos?
-Sí. Di con ella un curso a un grupo pequeño en el circuito de FK-1, y llevé a una chica detrás durante un par de tandas. Resulta muy cómoda y espaciosa para el pasajero, incluso con una pequeña elevación de su plaza, que le permite ver el frente por encima del hombro del conductor. Además pude comprobar el comportamiento uniforme de la moto, haciendo un bloque con los dos, yendo por un trazado tan tortuoso, como es ése de FK-1 y yendo de prisa, incluso.
-Bueno, y para acabar, dime cuánto cuesta. Seguro que de dieciocho mil no baja.
-Pues mira: 16.595 €.
El caldo se agotó, y conversación había quedado rematada, con lo que se subieron de nuevo a las dos máquinas para emprender un camino de vuelta sin asfalto hasta la última aldea, con la pista ofreciendo más subidas que bajadas, por lo que en las rampas más empinadas, MoriwOki empezó a dejar cierta distancia con su compañero, y así evitar las pedradas que lanzaba la rueda de la Explorer XC en plena tracción. Se abrió un espacio entre las dos motos, con jirones de niebla velando el rastro de José Luis, hasta ocultarlo por algunos instantes. Y a partir ese tramo, el viaje comenzó a tornarse más irreal, si cabe. MoriwOki trataba de mantener a la vista la figura de su compañero con la luz roja de leds; pero el ritmo de la Explorer XC había pasado de ser animado, en el camino de ida, a resultar algo más que alegre en el de vuelta. Quedaba claro que José Luis se estaba divirtiendo mientras surcaba aquel paraje fantasmal como el galope de un alazán, a pesar de los 267 kilos que desplaza la gran Triumph más el quintal su propio físico.
Tras el Umbral de la Realidad
Y viendo el piloto rojo de su compañero lejano y difuso, o desaparecido por momentos, MoriwOki presenció como espectador de platea la escena que definitivamente trasladó su mente a un mundo fantástico y perdido. Por el lado izquierdo vio aparecer tres figuras mimetizadas con el terreno, que avanzaban en fila, trotando a cuatro patas, para cruzar la pista de barro apenas a diez metros delante de su paso. El aspecto y el tamaño de las dos primeras eran terroríficos, pero los de la última de ellas resultaba francamente espeluznante, con el lomo erizado, desplazando más de ochenta kilos y con unos colmillos que se elevaban desde la mandíbula para sobresalir, curvándose, por encima de su morro porcino. Para remate, el barro maquillaba las patas y los bajos de las tres, grabando una imagen más terrible aun en la retina de MoriwOki, que había cerrado el gas de la moto que conducía, quedando sobrecogido y con la respiración en vilo, mientras vio desfilar las tres figuras delante de él, casi rezando para que mantuvieran su indiferencia, que ni siquiera le mirasen, sobre todo la última de ellas.
Los cochinos desaparecieron por su derecha, del mismo modo en el que habían aparecido. Y MoriwOki respiró para concentrarse de inmediato en recuperar la pista de la Explorer XC, a la que alcanzó al final del camino, en la aldea, con José Luis esperando al ralentí.
Pero, a pesar de encontrarse de nuevo con el último vestigio de la civilización que habían dejado atrás en el arranque de la pista, la niebla lo mantenía con su aspecto fantasmal, y, lejos de disipar esa sensación irreal que acompañaba a MoriwOki, la hizo incluso más patente e intensa. Una niebla que se cerraba aun más con la caída del día, y dentro de la que el carril de asfalto parecía fundirse con reflejos extraños o con siluetas repentinas que, como cuadros impresionistas, pintaba en el frente la intuición del motorista; tan sólo el piloto rojo de la Explorer XC y el resplandor que abrían sus cuatro faros sobre aquella inmensa nube caída, mantenían un hilo con la realidad. MoriwOki se sentía navegando a tientas por ninguna parte, con el efecto del barro, la niebla y las tres criaturas monstruosas tirando de su razón para sacarla del presente, para llevarla a un mundo de visiones alucinantes, como el que pintan los efectos del láudano o del propio LSD. Y así sintió turbarse su natural seguridad conduciendo una moto, empezó a dudar, a cometer algunas imprecisiones, al tiempo que intentaba aferrar su concentración tras la pista de su compañero. Y poco a poco lo fue consiguiendo, recuperando un pulso más pausado, fluyendo con mayor continuidad sobre el asfalto, sin cortes ni acelerones. Hasta que otro nuevo sobresalto le sacó en un solo instante de esa sincronía.
De la niebla más densa, la que parecía guardar La Nada en su interior, emergió repentinamente un personaje ya visto, pero precisamente por repetirse resultó más siniestro si cabe. Allí estaba. ¡Seguía allí! Con su estampa impertérrita, el aborigen sin tiempo y tocado por su boina encasquetada hasta el borde de las cejas. MoriwOki se encontró de frente con su pétrea mirada y con su gesto absolutamente estático. ¿Sería acaso una estatua?, llegó a preguntarse en medio de aquella nube irreal en la que había vuelto a sumergirse su mente.
Minutos después, entraron en una carretera algo más amplia y señalizada, que podría aliviar la desazón que subía de tono por momentos en su interior; pero la noche se echó de repente sobre los dos motoristas y la niebla se hizo entonces la dueña absoluta de todo el escenario, con José Luis Tras el resplandor de la Explorer XC como únicos personajes de la fantástica película que MoriwOki estaba viviendo.
La carretera comenzó a serpentear, con curvas cada vez más cerradas, pero el ritmo de la Triumph no descendía, estaba claro que su piloto navegaba por aquella ruta oculta como si caminara por el pasillo de su casa, aunque también pensó que José Luis se estaría apoyando en la traza que le iba marcando el navegador de Triumph. No se veía el suelo, tan sólo se intuía un brillo pesado bajo los pies, el mismo que barnizaba la rodadura que iba mostrando el neumático trasero de la Explorer XC. La desazón de MoriwOki iba creciendo con el cerrojo de algunas curvas y con la incertidumbre del pavimento. Intentaba conducir como si fuese nuevamente sobre el barro, pisando con firmeza la estribera exterior y tirando del manillar en cada inclinación. Sin embargo, el frío húmedo y el cansancio se aliaban con aquel mundo fantasmal que envolvía la niebla para volver a acrecentar su desasosiego. Sus nervios se iban tensando por momentos y sentía cómo su corazón golpeaba en su pecho y en su garganta mientras que la respiración subía de cadencia hasta que finalmente comenzó a exhalar su calor por la boca. La pantalla del casco se empañaba con cada golpe de aliento, rebajando la intensidad del resplandor que le guiaba a siquiera la llama de una vela agonizante. MoriwOki levantó la pantalla translúcida con desesperación; pero entonces sus ojos sufrieron el los disparos de las minúsculas gotas suspendidas que guarda la niebla en su seno. Fueron entonces las lágrimas, que en un pequeño torrente, nublaron su visión. La ruta se curvaba más y más, elevando el relieve de un terreno que comenzó a hacerse presente escoltando la carretera y ocultando por momentos las luces de José Luis. La desesperación de MoriwOki fue a más y más, hasta que los nervios terminaron por apoderarse completamente de él. Cometió un error, aunque recuperó la trayectoria tras una brusca frenada; se desorientó cuatro virajes después, pero en apenas dos metros recuperó la referencia de su compañero y pudo corregir; sin embargo su desazón había crecido hasta desesperarle. No había salida. Era mil veces más peligroso detenerse en medio de aquella carretera, irreal y retorcida. Y para complicar más la situación, empezó a aumentar el tráfico de frente, y MoriwOki se cruzaba con un par de faros cada cuatro o cinco curvas. Unas luces que se llevaban en cada paso su atención desesperada en sentido contrario, y que le desorientaban más incluso cuando trataba de encontrar la referencia de José Luis.
Al entrar en una de las curvas más cerradas, la imagen espectral de la Explorer XC atravesando la niebla se difuminó en dos segundos hasta disiparse por completo en el frente. En ese momento le alcanzó el haz de luz de un coche que venía de frente. La vista de MoriwOki lo siguió como atraído por un imán, hasta que desapareció por su izquierda. Cuando volvió la vista al frente, tan sólo encontró la oscuridad blanquecina que pintaba aquella noche con una niebla más cerrada que nunca. MoriwOki quedó agarrotado por el vértigo, el miedo petrificó sus sentidos, y no reaccionó, no tocó ni un mando mientras que la moto auxiliar mantuvo su inercia, suave pero imparable. Sus pupilas se abrieron por el terror, su frente se arrugó y su entrecejo se expandió para casi sacar sus ojos de las órbitas; el diafragma se le contrajo hasta cortar la respiración y todos sus músculos se crisparon, volviéndose rígidos en un instante.
Medio segundo después, un golpe seco y sonoro le sacudió todo el cuerpo con un terrible sobresalto.
Se repasó la cara con las manos y se incorporó levemente del sillón para alargar el brazo y recoger el libro que acababa de caérsele de las manos. El golpe de las 765 páginas de aventura contra la madera del suelo alertó a otros ocupantes de la biblioteca, y alguno sonrió al ver la causa del sobresalto y la cara adormilada de MoriwOki, que después de restregarse los ojos minuciosamente, retomó su lectura.
“Cuando también se agotó la reserva de combustible el motor se ahogó y se paró. Supuse que estaba a 15 o 25 kms de Gaya. La idea era desagradable. Esto podía significar que tendría que pasar la noche allí y había leído en algún sitio que Gaya era la ciudad más sucia de toda la India.
Dejé caer la moto pendiente abajo, fuera de la carretera, sobre la hierba crecida bajo la sombra de un árbol. El tronco del árbol era recio y retorcido, sus raíces sobre salían y mostraba una corteza grisácea y áspera. Racimos de hojitas marchitas proyectaban una leve sombra. Era un árbol frecuente en la India aunque todavía no podía recordar su nombre.
Metí mis guantes dentro del casco y permanecí de pie junto a la moto mirando a un lado y otro del camino, y a través del verde trigal, preguntándome quién iba a ayudarme esta vez y a dónde me conduciría todo esto. No dudaba de que la ayuda llegaría, y con ella, era más que probable que algo imprevisible diera un giro a mis destino. Me había llevado años conseguir este grado de serenidad y seguridad ante los imprevistos, así que mientras esperaba disfruté del placer de saberlo.”
Y MoriwOki se preguntaba cómo hubiera resultado la increíble aventura de Ted Simon si hubiese dispuesto entonces de la moto que acababa de protagonizar su sueño junto a la chimenea, y en presencia del habano, ahogado ya sobre el cenicero. Probablemente, pensó, que si el inglés hubiera dispuesto de una Triumph Tiger Explorer 1200 XC cada trance y cada situación que vivió se hubiera simplificado notablemente, por lo que su fantástica aventura, recogida en “Los Viajes de Júpiter”, no lo habría sido tanto, ni mucho menos, su expedición atravesando tantos y tantos países, tantos ríos y tantas montañas, tantos parajes ignotos hubiera resultado poco más que un largo viaje, largo pero con tan pocas complicaciones que hubieran dado tan poco de sí como que el título de su libro hubiera rebajado su nivel interplanetario hasta el de, por ejemplo, un “Viaje a la Alcarria”, de Cela.
Gran lectura
Muchas gracias, Luis.
Un gran relato, de los mejores que he leído en mucho tiempo. Gracias.
Muchas gracias a ti, Jesús.