Después de nuestra primera entrega, que puedes leer aquí, y que llevará al lector hasta el día después de concluir esta apasionante aventura, llega el momento de describir el duro trabajo en silencio, a lo largo de los meses; el esfuerzo en solitario con la mente puesta en un objetivo a cumplir justo cuando acabe el año. Así es el entrenamiento físico para la San Silvestre Endurera 2019:
Entrenamiento en el C.A.R.
Cerca de mi casa, tuve la suerte de encontrar un Centro de Alto Rendimiento, e inmediatamente me puse a las órdenes de un entrenador personal. Tras explicarle al detalle cuál es mi objetivo y cómo son sus exigencias físicas mínimas, Juan, que así se llama mi preparador, hizo un minucioso test de mis capacidades físicas para perfilar con precisión milimétrica mis características. Y a continuación, con ese estudio detallado, diseñó una línea de trabajo específica para todos los meses que durará el entrenamiento.
El trabajo comenzó de inmediato, con toda su intensidad, yendo de vuelta a casa después de cada sesión, con la sensación en todo el cuerpo de haber recibido una soberana paliza. Todo ello teniendo en presente que contaba ya con una base, en lo que se puede decir que es una aceptable forma física; sin embargo y para dar una idea al lector de la intensidad que llevaba consigo cada entrenamiento, Juan me daba un respiro con indicaciones como: “Recupera con 50 abdominales”.
La concentración en el esfuerzo
Cada vez que llegaban esos momentos en los que cierras los ojos y aprietas los dientes, el objetivo +100 de la San Silvestre Endurera cubría todo el panorama de mi mente, reforzando la voluntad, cuando la sientes dada de sí como un chicle. Es algo así como una inyección de ácido nitroso en un motor fatigado.
Lo cierto es que el objetivo puesto en el frente personaliza en uno la figura del ciclista que mete la cabeza entre los cuernos del manillar, cuando ataca las rampas más duras del puerto, o la del maratoniano que baja la mirada hacia sus propios pies, sin querer saber nada del horizonte, tan sólo apretar el cuerpo sobre sus pasos, en una contracción continua cuando pasa por ese trance de “El Muro”, tan temido en la prueba de los 42 kilómetros.
Bien. Y así se ha prolongado durante ocho meses con una regularidad más o menos mantenida, y reforzada con sesiones de carrera continua, repartidas a lo largo de cada semana. Ocho meses que han ido forjando una buena base física, aún por reforzar con la prolongación del mismo entrenamiento hasta el final, y con el trabajo sobre la moto en cuanto llegue.